Los últimos Neandertales
Los últimos Neandertales
En aquellos tiempos el nivel del mar estaba más bajo y las cuevas de la base del Peñón no serían tan inaccesibles por tierra. Es más, el propio museo dispone de una unidad de investigación submarina porque parte del yacimiento se encuentra ahora bajo el mar. En la cueva de Gorham se han excavado dos cráneos de neandertales, Gibraltar 1 y Gibraltar 2, correspondientes a una hembra adulta y a un niño de siete u ocho años. Ambos han sido recreados en una cautivadora escultura que adorna el vestíbulo del museo y se conocen con nombres menos técnicos: Nana y Flint. Pero también se han encontrado herramientas de piedra, vestigios de hogueras y restos de animales sacrificados. Por ejemplo, aves marinas procedentes de un norte helado. No en vano el subtítulo de este entretenido libro es “arte rupestre, captura de aves y revolución cognitiva”. En el Pleistoceno Superior también hubo un intenso tráfico de aves en la actual zona del Estrecho, a juzgar por los fósiles de las 160 especies que han podido identificarse. Finlayson sostiene que los neandertales usaban las plumas de algunas de ellas, como córvidos y rapaces, con un sentido simbólico y artístico, es decir, para adornarse, lo cual representa un salto cualitativo sobre sus capacidades, que siempre se habían considerado más toscas que las nuestras. También es muy posible que tendieran emboscadas a las aves carroñeras que frecuentaban el peñón con similares propósitos. Todo lo cual permite atisbar una cultura más refinada de la que hemos tenido a bien asignarles durante muchos años.
Para completar este alegato sobre la inteligencia de nuestros congéneres, los interesados pueden acudir a otra obra de Finlayson disponible en Linneo, El sueño del neandertal, en la que explora su turbulenta relación con Homo sapiens. O repasar el artículo publicado el pasado mes de enero en nuestra sección de Paleontología: La “huella ecológica” de los neandertales en la costa de Doñana (Quercus 455, págs. 52-56).