Elisa está de suerte
Elisa está de suerte
Para decirlo sin mayores rodeos, es un libro muy interesante y que se lee con total fluidez. No en vano está dirigido a Elisa, una niña, quizá una adolescente, en periodo de formación. Todas las Elisas que se asomen a sus páginas pueden considerarse afortunadas, porque encontrarán mucho más que biología. Hay conocimiento. Con lenguaje sencillo y sin extenderse demasiado, Alejandro da unas pautas fundamentales sobre el mundo que nos acoge y la capacidad humana para someterlo a escrutinio, ya sea mediante la ciencia o la fantasía. En el primer caso, no queda más remedio que remontarse a lo básico, a la física y la química, a los elementos que componen todo cuanto nos rodea y también a nosotros mismos, incluido el vasto universo. Los ladrillos son los mismos y sus combinaciones están reguladas por leyes estrictas. El resultado es sorprendentemente cambiante, a cualquier escala concebible, desde los átomos hasta las galaxias. Al menos en nuestro planeta, interviene luego un mecanismo que criba en cada momento, con total frialdad, los resultados que mejor se ajustan a cada escenario. Esa es, a mi entender, la poesía y también la grandeza del conocimiento.
Bien haría Elisa en aprovechar estas enseñanzas para afrontar mejor la vida. Pero sospecho que las chicas de su edad tienen la cabeza en otras cosas. Será más fácil verlas aferradas a sus teléfonos móviles que a un libro impreso, tecnología cuyos orígenes se remontan a cinco siglos atrás. De ahí que Alejandro haya recibido buenas críticas más bien del personal docente, que ha visto en su libro una herramienta para planificar clases y actividades. En realidad, cualquiera puede sacar provecho de su contenido. Cuando los temas se vuelven un poquitín abstrusos, el autor tiene la habilidad de poner ejemplos esclarecedores. ¡Qué difícil es acertar con un buen ejemplo y cuántas dudas allana! En resumidas cuentas, aquí está El Detective Ecológico y también su Filosofía Natural en una muy meritoria adaptación al público juvenil.