El relato de Barrie Juniper y David Mabberley de cuál fue el origen del manzano y cómo se domesticó y se expandió por las regiones templadas de todo el mundo para convertirse en la más común de las frutas, nos hace ver con otros ojos algo que en apariencia es tan banal.
La manzana, tan familiar, tan común, que apenas reparamos en ella. La fruta por excelencia en el mundo occidental, presente no solo en la mesa, también en multitud de mitos, relatos, pinturas, frases hechas… Cuando los botánicos empezaron a preguntarse, a finales del siglo XIX, de dónde venían las plantas cultivadas, solo pudieron imaginar para el manzano doméstico un origen a partir de hibridaciones entre el manzano silvestre europeo y algunas otras especies asiáticas, y esto es lo que se ha seguido creyendo hasta casi ayer mismo. Pero Barrie Juniper y David Mabberley nos cuentan una historia bien diferente. Su relato, al que acompañan numerosas imágenes, mapas, diagramas, fotografías y representaciones pictóricas de diversos estilos y épocas, nos lleva al lugar de nacimiento del manzano en los llamados «montes celestiales» (el Tian Shan, en Asia interior y central), y nos muestra las condiciones geológicas y biológicas que confluyeron en aquella región y que hicieron posible la evolución de esta especie en el seno de lo que ellos llaman el bosque de frutales del Terciario. La historia de la humilde manzana, desde su nacimiento en aquellas remotas montañas hasta su triunfal expansión por todo el mundo, es parte de la historia de la humanidad, con algunos actores inesperados, como los osos, los caballos y una geología siempre cambiante. Desde las regiones centrales de Asia, pueblos e imperios de la antigüedad, a través de sus intercambios comerciales y culturales y de inventos cruciales como el de la técnica de injertar o la fabricación de la sidra, iniciaron el largo viaje de este fruto a través de los continentes… poniendo en marcha la historia que condujo a la inmensa cantidad de variedades, aparentemente inagotable, en que se desp