Al principio, los cambios se produjeron tan lentamente que se convirtieron en parte del tejido del malestar cotidiano. Los cortes de electricidad fueron esporádicos y breves, nadie les dio mucha importancia. Eso sí, poco a poco empezaron a condicionar la vida diaria, las horas en las que se podía poner la lavadora o, simplemente, leer. Aunque parecía que nadie quería que los cortes se prolongaran cada vez más, un buen día la luz no volvió. Para entonces ya no había gasolina disponible y no se veían aviones en el cielo. Nadie quería admitirlo y nadie parecía aceptarlo, pero la civilización, la de los combustibles fósiles y la vorágine del consumo, se estaba derrumbando. En realidad, la Tierra llevaba décadas clamando por él.

Nell y Eva son hermanas, tienen diecisiete y dieciocho años y viven en la casa familiar enclavada en el bosque, a las afueras de Redwood. Sus padres los criaron allí, en plena naturaleza, sin ir al colegio ni al instituto, desobedeciendo las convenciones, creyendo sobre todo en los libros y la música. Querían ofrecerles una existencia plena y libremente elegida, ajena a las peores exigencias sociales, pero no contaban con el colapso de la sociedad en su conjunto. Sin embargo, ante lo desconocido que está por llegar, ambos tendrán que reconocer que ningún gobierno, ninguna compañía energética, les va a devolver la vida que creían suya. En verdad, su vida, su nueva vida, ya está en el bosque que los rodea, lleno de riquezas inagotables que, hasta ahora, han pasado desapercibidas.

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