Renacida libre
Renacida libre
Pero Nastassja no se nos presenta en pleno trabajo de campo, sino en una excursión a una zona de impresionantes volcanes nevados que superan los 4.000 metros de altitud. Allí, completamente sola y sin previo aviso, se da de bruces con un oso pardo. Ambos se asustan, se yerguen y se enseñan los dientes. No hay tiempo para retroceder. El oso se abalanza sobre la antropóloga y le causas serias heridas en la cabeza y en una pierna. A punto está de morir en una zona donde toda ayuda solamente puede llegar por vía aérea.
Un helicóptero la rescata y se ve sometida a una serie de curas y operaciones en los hospitales de Klyuchi y Petropavlovsk. Ha estado consciente mientras tenía la cabeza metida entre las fauces del oso, ha visto sus oscuras profundidades y ha aspirado su aliento. Tuvo tiempo de defenderse con un piolet y eso hizo que el oso abandonara su presa. Pero toda su vida ha dado un giro inesperado. Ahora se ha convertido en una miedka, la que vive entre dos mundos, una persona marcada por un oso y que ha sobrevivido al encuentro. La vida del oso también se ha visto transfigurada y ahora ambos son medio humanos y medio osos. Así es como encaja el suceso en una sociedad animista, donde los chamanes tienen todavía una considerable influencia. El libro es una forma de asimilar su nueva condición y de planificar el futuro. Conocemos todo el peregrinaje interior de Nastassja y cómo responde su entorno convencional europeo, muy alejado de aquellas latitudes y de las creencias locales. Los lazos son muy fuertes con las personas que ha convivido en la remota región de Tvaïan, a orillas del río Icha. Los escenarios, pese a su grandeza, no son aquí prioritarios, aunque tampoco se dejen de lado. Lo que importa es la transformación personal de la autora tras el decisivo encuentro con el oso y al ser aceptada como un miembro más de la comunidad con el diminutivo cariñoso de Nastia.