En busca del esquivo búho manchú

Quedé hechizado por la Taiga del Ussuri cuando me sumergí en la película Dersú Uzalá, dirigida por gran Akira Kurosawa en 1975. No tenía ni la más remota idea de dónde se desarrollaba la acción, pero me ocupé enseguida de averiguarlo. El curso del río Ussuri fluye de sur a norte hasta desembocar en el Amur y ambos trazan la frontera oriental entre Rusia y China. Aquellos bosques todavía prístinos se extendían por el extremo oriental de Siberia hasta las costas del mar de Japón. La película se basa en los diarios de Vladímir Arséniev, un capitán del ejército ruso encargado de explorar y cartografiar aquel confín del imperio zarista entre finales del XIX y principios del XX. No habría cumplido su misión sin la ayuda de un cazador de la etnia Gold, Dersú Uzalá, con el que mantuvo ya de por vida una estrecha amistad. El rodaje de la película estuvo plagado de dificultades, ya que Kurosawa insistió en trasladarse con todo el equipo a los escenarios reales de aquellas durísimas expediciones. El resultado es una de las grandes películas del siglo XX.
Desde entonces, no he dejado de devorar todo lo que caía en mis manos sobre la provincia rusa de Primorie, empezando por los propios diarios de Arséniev. Lo más reciente ha sido un libro apasionante de Jonathan C. Slaght, un ornitólogo estadounidense que dedicó muchos meses de trabajo y su tesis doctoral a una de las numerosas joyas zoológicas de la región, el búho pescador de Blakiston (Ketupa blakistoni), también conocido como búho manchú. Al contrario que otras rapaces ictiófagas, el búho manchú no caza en vuelo, sino posado a la orilla de ríos que dejen algún resquicio libre entre los hielos y sean generosos en salmónidos. Anidan en los árboles más gigantescos, se reproducen cada dos años y solamente sacan adelante un pollo.
El libro es una mezcla de monografía ornitológica y de crónica aventurera por los valles fluviales que discurren entre la cordillera de Sijoté-Alín y la costa escasamente poblada del estrecho de Tartaria. Un auténtico paraíso para cualquier naturalista. Si Areséniev tuvo un apoyo valiosísimo en Dersú, Slaght cuenta con unos asistentes de campo experimentados y curtidos, en particular Serguéi Avdeyuk y Shurik Popov. Por cierto, Areséniev pudo ver a un búho manchú pescando a orillas del río Samarga, pero lo confundió con un excéntrico búho real. En definitiva, un libro imprescindible para los amantes de las rapaces nocturnas, de los inabarcables bosques del Extremo Oriente ruso y de la naturaleza en estado puro.