La ciencia por sí misma no es ni buena ni mala, dependerá del uso que se haga de ella. La ciencia puede ayudar a los humanos a cuidar la naturaleza o todo lo contrario, puede destruirla. Para eso está la conciencia, para ayudarnos a entender que somos responsables, a nivel individual y social, del cuidado del medio ambiente. Pero ¿por qué algunos somos indiferentes?, ¿acaso no nos incumbe la salud del planeta? Ahí está el problema y ahí reside el peligro.
Hoy en día prácticamente todas las informaciones que recibimos a través de los medios de comunicación y las redes sociales sobre nuestra relación con la naturaleza tratan de advertirnos del riesgo que corremos, como si el día final estuviese cada vez más cerca. Nuestra conciencia está sometida a un mensaje constante: una gran catástrofe a modo de apocalipsis nos acecha. El cambio climático es inevitable. Nos hacen responsables del daño que causamos como consumidores, como viajeros, como turistas, etc. Y esa sensación nos duele y nos puede dejar en estado de shock, paralizados. De esta manera el daño crecerá y será cada vez mayor. Pero ¿qué ocurre si por otro lado recibiésemos un mensaje optimista y alegre? ¿Es posible hablar en estos términos para mejorar la situación? Eso es precisamente lo que consigue el nuevo libro de César-Javier Palacios, reconocido periodista ambientalista, licenciado en Geografía e Historia, máster en Evaluación de Impacto Ambiental, doctor en Historia del Arte y antiguo becario de la Estación Biológica de Doñana (EDB-CSIC), quien acaba de publicar Natural Mente. Píldoras de ciencia y conciencia para disfrutar de la naturaleza sin dañarla (Plaza y Valdés Editores). Se trata de un libro lleno de optimismo, vitalidad y ganas de cambiar las cosas. Su propuesta es sencilla: ¿y si entendemos que lo primero que hay que hacer con la naturaleza es disfrutar de ella? Parece obvio que no podremos cuidar de algo si no lo valoramos y para hacerlo tendremos que conocer todas sus virtudes y enormes beneficios. Solo si ent